Escrito por mi madre Mª Luisa Navarro Fernández para el día de la Mujer
La mujer en los últimos cincuenta años del siglo XX
Voy a dar algunas pinceladas de esta época que yo he vivido. Con enorme asombro he contemplado el devenir de estos tiempos y sus consecuencias en la vida de la mujer.
Corría el año 1.950 cuando yo tenía diez años. Estábamos en plena post-guerra y las mujeres trabajaban duramente, pues había muchas hambres, pero su trabajo no era remunerado. Algunas niñas asistían a la escuela, pero otras muchas no lo hacían. Se aprendían materias muy básicas a un nivel muy primario. A los catorce años cesaba la formación escolar y comenzaban a iniciarse en las tareas del hogar como preparación al matrimonio, pues ese era el destino primordial de las mujeres. Solo algunas privilegiadas podían acceder al estudio, pero únicamente carreras consideradas femeninas: Magisterio, Enfermería o Secretariado. También podían cursar Música o Bellas Artes, pero en general se consideraba que la mujer estaba hecha para el hogar y no se le permitía hacer carreras consideradas masculinas. Podían ser criadas, pero no dependientas.
Poco a poco fue cambiando la mentalidad de esta sociedad tan machista. Algunos padres empezaron a desear que sus hijas estudiasen, tanto para acrecentar su cultura como para ejercer una carrera. Yo fui una de esas pocas privilegiadas, pues mi padre quiso que yo cursara al menos bachiller y después, si yo lo deseaba, que hiciera una carrera. A algunas personas les parecía un disparate, pero gracias a ese disparate yo he podido disfrutar de una vida plena y realizada. En Roquetas no había Instituto, había que estudiar libre y examinarse en Almería. Yo iba rodeada de compañeros, pues de niñas iba yo sola. Era como un bicho raro. Era como ir contracorriente. Se pensaba que las mujeres solo servían para casarse, tener hijos y ejercer de amas de casa. Era habitual ver mujeres cargadas de ropa para lavarla en balsas. Aún no se había inventado la lavadora. Se cosían los vestidos y casi toda la ropa a mano, pues no había ropa confeccionada y pocas máquinas de coser.
Después vinieron los inventos de la lavadora, el lavavajillas y la ropa de confección. A partir de ahí las mujeres se liberaron algo de las tareas pesadas del hogar.
Accedieron las mujeres a la Universidad y empezaron a salir mujeres médicos, abogadas, jueces, enfermeras, profesoras e ingenieras. Ya podían las féminas entrar en los bares, llevar pantalones, conducir coches. Podían acceder a oficios considerados antes como masculinos.
Si alguna mujer no se casaba la llamaban despectivamente «solterona». Pero empezaron a respetar la opción de la mujer. Ya podían libremente vivir sin depender de la tutela de ningún hombre. Podían ser madres solteras sin que las señalasen con el dedo. La ley del divorcio liberó a bastantes mujeres de matrimonios infelices. Las «feministas» lucharon incansablemente contra la discriminación de la mujer y nos concedieron el derecho al voto. Pero a pesar de estos logros, parte de la sociedad sigue siendo «machista». La violencia de género, desgraciadamente, aún persiste. Es una lacra que tenemos y con nuestro esfuerzo debemos erradicar de nuestro entorno. En estos cincuenta años de los que estamos hablando, si un marido maltrataba a una mujer se consideraba normal. Nadie sancionaba al maltratador. Ahora están las cosas mejor. Pero aún quedan mujeres que no denuncian ni se separan por miedo o por vergüenza, por el que dirán o por no estar en condiciones de solucionar el problema económico. Es una verdadera pena, pues ¿cuándo nos vamos a concienciar de que no debemos permitir que nos traten malamente y que pisoteen nuestros derechos? A mí me disgusta ver una mujer inculta, dependiente de su marido, sin libertad para moverse, sin dirigir su vida, sin opinión propia. ¿Qué vida es ésta? Si el marido es bueno y la trata bien será dichosa. Pero si no… ¿Qué vida le espera? Desesperación, depresión, pasando por mil vejaciones. Es horroroso.
Las mujeres hemos pasado medio siglo denigradas en nuestra dignidad. No hemos vivido una vida propia, de acuerdo a nuestra idiosincrasia, a nuestra vocación, a nuestros deseos. Espero que sigamos evolucionando para mejorar nuestras vidas. Tenemos que poner todas de nuestra parte para seguir avanzando, sin retrocesos en la consecución de estos logros: tener una vida digna, libre y que nos respeten los hombres y nos traten como a iguales. Tener un salario digno y administrar nuestros bienes económicos. Y no quiero recordar cuando maridos borrachos pegaban a sus mujeres y les robaban el dinero que ellas ganaban muy duramente.
Deseo ver a las mujeres de este siglo desempeñando tareas remuneradas y disfrutando de la vida, siendo felices sin ser maltratadas por machistas insensatos.
Es de admirar cómo las reivindicaciones de la mujer han escalado un puesto a fuerza de tesón y dignidad, como podemos comprobar en la política, en lo militar, en las grandes direcciones de empresas, en los puestos más importantes de las ciencias y las letras.
Escribo este relato para mostrar mi satisfacción porque es un legado que le pasamos a nuestros hijos y nietos: el triunfo de esta conquista.
Mª Luisa Navarro